jueves, 26 de agosto de 2010

Número: 4 – Nombre: Romualdo – Color: Rojo – Objeto: colectivo de pasajeros – Deseo: Ganar el mundial

Romualdo es un chico de 12 años no muy distinto a los demás. Le gustan los videojuegos y pasear todos los domingos en su bici roja por la plaza. Hoy, como es jueves y juega la Argentina, faltó al colegio para ver el partido. Se levantó más temprano de lo normal y se preparó una chocolatada para tomar con vainillas mientras veía el partido con su papá.

-¿Cuánto falta para que empiecen?- le preguntó al padre muy ansioso.

-Ya están por salir- le respondió mientras observaba la pantalla del televisor, -¡Ah! Ahí están-

En el televisor se podía ver a la selección Argentina y a la de Corea del Sur saliendo al campo para los rituales previos al inicio del partido.

Se tira la moneda y comienzan a jugar. Al rato se hace el primer gol.

-¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!- gritan padre e hijo al unísono con todo el edificio.

Pasan el primero y segundo tiempo. Después de casi 2 horas de emoción el contador anuncia la victoria del equipo Argentino sobre su rival 4 goles a 1.

-Bueno- dijo el padre ahora relajado –Pasado mañana es tu cumpleaños, ¿ya sabes qué queres?-

Romualdo lo mira un rato pensativo. Mil y un juegos, juguetes y otras aficiones pasan por su cabeza, pero un solo deseo quedaba fijo en su mente.

-Quiero que Argentina gane el mundial- respondió con firmeza.

-Jeje, ojalá que así sea hijo- le dice el padre mientras lo despeina cariñosamente. –Acordate que hoy tenes que ir a la profesora a pesar de que no fuiste al cole- le recordó.

-Sip, tengo a las 4- respondió apesadumbrado –voy desde lo de la Abu, hoy como allá-

-Bueno, entonces anda a terminar la tarea de la profe así te vas tranquilo para allá-

El pequeño asintió con la cabeza y se dirigió a su cuarto. Hizo la cama, se cambió y comenzó a revisar sus carpetas. Sólo le habían quedado por hacer un par de ejercicios, que terminó rápidamente. Miró el reloj. Eran las 12 y media.

-Uuuuh... ¡me re colgué!- exclamó agarrando todo lo que necesitaba y metiendolo con rapidez en la mochila.

A las corridas se despidió de sus padres y salió por la puerta. Cinco minutos después ya estaba en la parada esperando al colectivo, exhausto. Una vez que llegó, se subió y sacó su boleto. Un “vamos vamos, Argentina, vamos vamos a ganar...” lo acompañó durante el trayecto.

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