jueves, 26 de agosto de 2010

Perfume y tierra mojada

El sol cae y surgen las sombras. El aire huele a perfume y tierra mojada, casi tan intoxicante como su recuerdo. Tan frágil y pálido como la luna. Ya no volverá, pero aún así espero. No hay un alma en la calle y aguardo en el abrigo de la noche. El silencio reina a mi alrededor. Me muero de frío y adentro hay calor humano. No entro, sólo observo el lugar. Parece que algo va a surgir de alli, algo que sea distinto al agua y a la tierra, al sol y a la luna, al viento y al trueno. Ya no estoy solo. El edificio los va escupiendo. Uno a uno caen, como hojas llevadas por el viento. Desorientados y sin rumbo. Se van apilando, como gotas de lluvia que poco a poco forman un charco de agua prístina. Agua que tapa mis pies y que tiene el poder de devolverme lo que la noche oscura me había quitado. Más sin embargo yo sigo esperando. Esperando inmóvil, sin calor, eterno.

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