Creí verte a lo lejos. Miré otra ves y te ví. Brillabas como es tu costumbre, más parecías brillar para mí. Tu silueta se recortaba a la perfección sobre el manto oscuro que es tu lecho. Yo te observaba con gran admiración y embeleso. Puedes saber que a ti te pertenezco.
Me acompañas por el camino, y sin importar cuan largo y arduo sea, tu lo vuelves divertido. Juegas conmigo a las escondidas, apareciendo y desapareciendo a tu antojo. Y aunque no me enojo, mucho te reprocho. Porque al esconderte, de tu belleza me privas, pero al volver gran alegría me brindas.
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